Películas y series de miedo para una escapada en Halloween
ESCENA BIRD BOX / Fuente Netflix Andrearesmini
Miryam Tejada

Halloween ya no es solo cosa de calabazas y disfraces de supermercado. Es la excusa perfecta para sacar al explorador que todos llevamos dentro y lanzarse a descubrir lugares donde el miedo no se actúa, se siente. Porque sí, en España también hay escenarios que harían temblar al mismísimo Freddy Krueger, y algunos están más cerca de lo que imaginas.

Los amantes del turismo cinematográfico lo saben bien: viajar siguiendo los pasos del cine es una forma distinta de conocer el mundo. Te permite mirar un edificio, un bosque o una plaza y pensar: “Aquí se rodó aquella escena”. Pero si a esa curiosidad le sumas el componente del miedo, el resultado es una experiencia todavía más intensa. No se trata solo de visitar un pueblo o un edificio, sino de revivir esas escenas que te hicieron mirar debajo de la cama después de apagar la tele. Lugares que existen de verdad, pero que en la gran pantalla se transformaron en platós de pesadilla.

Y es que el cine de terror tiene algo hipnótico: mezcla lo cotidiano con lo imposible. Un hospital abandonado, una casa antigua o una carretera vacía pueden convertirse, bajo la lente adecuada, en el epicentro del pavor. Y lo mejor de todo es que muchos de esos escenarios están aquí, en nuestro país, esperando a que los más intrépidos se atrevan a visitarlos.

Halloween, por tanto, no tiene por qué vivirse entre disfraces de plástico ni pasillos de centros comerciales. Puede ser el momento ideal para hacer una escapada diferente, una ruta entre localizaciones de películas y series que han hecho historia, donde ficción y realidad se confunden. Una oportunidad para caminar por lugares que, durante un rodaje, fueron el epicentro del pánico y hoy forman parte de la memoria del cine.

Así que si este año buscas un plan de Halloween con más emoción que un maratón de Netflix, deja las palomitas en casa y prepara el coche. Porque hay ubicaciones que no solo se ven, se sienten. Y tal vez, al visitarlos, descubras que lo verdaderamente escalofriante no estaba solo en la pantalla.

Terrassa: descubre el plató del miedo más real de España 

Hay lugares que no necesitan decorado para dar miedo. Les basta con su historia. Y el Hospital del Tórax de Terrassa, en la provincia de Barcelona, es uno de ellos. Sus pasillos infinitos, las ventanas tapiadas y ese silencio pesado que parece quedarse suspendido en el aire lo han convertido en el escenario perfecto para películas y series de terror.

Inaugurado en 1952 como sanatorio para enfermos de tuberculosis, el centro se levantó en las afueras de Terrassa, rodeado de bosque y aislamiento. Durante décadas, fue un refugio de pacientes con enfermedades respiratorias y también, inevitablemente, un lugar asociado al sufrimiento y la soledad. El hospital cerró sus puertas en 1997, y con el paso del tiempo, los rumores y las leyendas urbanas empezaron a cobrar fuerza: que si voces extrañas, sombras en los pasillos o ecos que parecían venir de otro tiempo.

Terrassa, Catalunya. Fuente: Canva

Pero más allá de los mitos, el viejo Hospital del Tórax renació con una segunda vida muy distinta. Hoy forma parte del Parc Audiovisual de Catalunya, un gran complejo dedicado a la producción cinematográfica, televisiva y publicitaria. Sus más de 50.000 metros cuadrados se han convertido en uno de los espacios de rodaje más importantes del país, con platós, servicios técnicos y hasta recorridos turísticos.

El Tórax es, literalmente, un icono del cine de terror español. Aquí se han rodado títulos como Los sin nombre (Jaume Balagueró, 1999), Frágiles (2005), The Machinist (Brad Anderson, 2004), REC 2 (2009) o Musa (2017). También ha servido de escenario para dramas, thrillers y producciones internacionales como Un monstruo viene a verme (J.A. Bayona, 2016), El fotógrafo de Mauthausen (Mar Targarona, 2018) o incluso Superlópez (2018). Sí, por increíble que parezca, el mismo edificio que te pone los pelos de punta también ha sido testigo de alguna que otra carcajada. Y programas de televisión como Operación Triunfo o Noche y día

Terrassa, además, se ha ganado a pulso su papel como capital catalana del audiovisual. La ciudad ostenta el sello de “City of Film” de la UNESCO, alberga la ESCAC (Escola Superior de Cinema i Audiovisuals de Catalunya) —de donde han salido directores como J.A. Bayona, Dani de la Orden o Mar Coll—, y cuenta con una Film Office que facilita rodajes en toda la ciudad. Gracias a esta infraestructura, Terrassa ha logrado algo único: transformar un lugar asociado al dolor en un espacio de creatividad, arte y cine.

Y como sé que la persona que está leyendo estas líneas es un amante del séptimo arte, te diré que estás de suerte, ya que podrás visitar el Parc Audiovisual a través de una de las rutas organizadas por Visit Terrassa. ¿Te apuntas? En ellas se recorre el interior del antiguo sanatorio, se conocen los espacios donde se han rodado algunas de las escenas más impactantes del cine español y se descubren rincones cargados de historia. Las visitas no buscan el morbo, sino la transformación de cómo un lugar que simbolizaba el aislamiento se ha convertido en una fábrica de crónicas.

Vista aérea Terrassa. Fuente: Canva

Pero la experiencia no acaba en el sanatorio. Terrassa tiene mucho más para ofrecer a quienes la visitan con espíritu cinéfilo. Puedes pasear por el modernismo industrial de la Casa Alegre de Sagrera, admirar el impresionante Museo Nacional de la Ciencia y la Técnica de Catalunya (MNACTEC) —una joya arquitectónica que también ha aparecido en varios rodajes— o disfrutar de la Ruta Terrassa de Cine, un recorrido urbano por escenarios donde se han grabado películas y series. No me digas que, con estas referencias, esta escapada no es completa. ¡Lo tiene todo para que el plan sea redondo!

A ciegas (Bird Box: Barcelona): cuando el apocalipsis llega al corazón de Manresa 

Hay películas que dan miedo por lo que muestran, y otras por lo que te obligan a imaginar. A ciegas: Barcelona pertenece a ese segundo grupo. La versión española del fenómeno mundial Bird Box (2018), dirigida por los hermanos Àlex y David Pastor, consigue que lo familiar —las calles por las que caminas, los edificios que reconoces, los sonidos de una ciudad viva— se convierta de pronto en algo inquietante.

Estrenada en Netflix en julio de 2023, la cinta traslada el apocalipsis desde los fríos paisajes estadounidenses hasta Barcelona y Manresa, demostrando que el terror también puede tener acento catalán. En su trama, un misterioso fenómeno lleva a las personas al suicidio cuando ven algo que no pueden soportar. En este caos silencioso, Sebastián, interpretado por Mario Casas, trata de sobrevivir junto a un grupo de personajes tan perdidos como él, entre ellos las actrices Michelle Jenner y Georgina Campbell, mientras recorren una ciudad desierta donde mirar puede ser letal.

Manresa, Catalunya. Fuente: Canva

Pero más allá del suspense, A ciegas: Barcelona es también un homenaje. Un tributo personal de sus directores a Manresa, su ciudad natal, y a los lugares donde crecieron soñando con contar historias.

El rodaje comenzó a finales de noviembre de 2021, bajo el título provisional Bird Box Spain. Durante meses, más de 300 profesionales trabajaron en la producción, entre ellos técnicos, especialistas en efectos visuales y decenas de figurantes que participaron en las escenas más complejas.

Netflix apostó fuerte por esta versión internacional del éxito de Sandra Bullock, y el resultado fue una mezcla muy española entre tensión, fe y supervivencia. El film se rodó principalmente en Barcelona y Manresa, aunque también se emplearon localizaciones de Badalona y Terrassa para recrear un entorno urbano en ruinas.

La antigua fábrica Mercedes-Benz del Bon Pastor, un complejo industrial de los años 50 cerrado desde 2007, fue el epicentro del apocalipsis. Allí, el equipo de los Pastor transformó sus naves vacías en un paisaje desolador: coches volcados, edificios derrumbados y fachadas llenas de hollín. Los vecinos se asomaban cada mañana al ver cómo el antiguo motor de la ciudad se convertía en un escenario cinematográfico. La productora contó incluso con la colaboración de Bomberos Unidos Sin Fronteras, encargados de controlar las escenas de fuego y explosiones controladas. La precisión con la que se recreó el caos fue tal que, en algunos momentos, parecía que el fin del mundo había llegado realmente a Barcelona.

Pont Vell de Manresa. Fuenta: Canva

Aunque el título incluya a Barcelona, Manresa es el corazón de esta historia. Los hermanos Pastor tenían claro que querían volver a su ciudad natal para rodar parte del proyecto, y esa decisión fue tanto emocional como estética. “Queríamos que el espectador reconociera los lugares, pero que a la vez los viera como nunca antes”, explicaron en una entrevista.

En la gran pantalla, este rincón catalán se convierte en una ciudad detenida en el tiempo, donde la belleza y el miedo coexisten. La Fàbrica Nova, construida en 1926 por el arquitecto Salvador Vinyals, se utilizó para las escenas más intensas del film. Sus muros industriales, ahora cubiertos de óxido y polvo, fueron el marco perfecto para representar una civilización colapsada.

Las cámaras también recorrieron el Carrer del Balç, una calle medieval perfectamente conservada que parece sacada de otra época, y la Basílica de Santa Maria de la Seu, cuya silueta domina el horizonte de la ciudad. En la película, su majestuosidad gótica se mezcla con la sensación de abandono, creando imágenes tan poéticas como inquietantes.

Durante el rodaje, los vecinos vivieron el fenómeno con expectación. No era habitual ver a Mario Casas paseando por la plaza Sant Domènec o a Michelle Jenner tomando un café entre tomas. La producción dejó una huella tangible, ya que se calcula que cerca del 30% del presupuesto total repercutió directamente en la economía local, beneficiando a hoteles, restaurantes y pequeños comercios.

Manresa Film Office: cuando el cine impulsa el turismo

Desde hace años, la Manresa Film Office trabaja para convertir la ciudad en un destino cinematográfico, gestionando permisos, cediendo espacios y colaborando con productoras nacionales e internacionales. Con A ciegas: Barcelona, lograron uno de sus mayores hitos: un proyecto internacional de Netflix con proyección global.

La repercusión fue inmediata. Los medios locales y nacionales se hicieron eco del rodaje, y el nombre de Manresa comenzó a aparecer junto a los de otras ciudades emblemáticas del cine español, como Almería o Bilbao. Desde entonces, la ciudad ha acogido otros rodajes como Las leyes de la frontera, Hache o Sin huellas, consolidando su papel como nuevo epicentro de la producción audiovisual en Cataluña.

Además, esta apuesta por el cine ha tenido una consecuencia inesperada pero maravillosa: el auge del turismo cinematográfico. Cada vez más visitantes llegan a Manresa atraídos por los escenarios de películas, y descubren en el camino una ciudad con historia, arte y naturaleza.

Recorrer esta localidad después de ver A ciegas: Barcelona es casi como adentrarse en el rodaje. Puedes empezar por la Basílica de la Seu, obra maestra del gótico catalán, y continuar hacia el Pont Vell, el puente de piedra que cruza el río Cardener y ofrece unas vistas espectaculares del casco antiguo. Muy cerca está el Carrer del Balç, con su trazado irregular y sus pasadizos cubiertos, uno de los lugares más fotogénicos y misteriosos de la ciudad.

Eso sí, si buscas algo más tranquilo, acércate al Santuario de la Cova de Sant Ignasi, donde el santo se retiró a meditar en el siglo XVI. En el film no aparece, pero su atmósfera silenciosa y espiritual encaja perfectamente con el tono de Bird Box: Barcelona.

Y si el cuerpo pide una pausa más terrenal, nada como una visita a las bodegas del Pla de Bages, donde se elaboran vinos con uvas autóctonas como la picapoll. Un plan ideal para reconciliarse con la vida después del fin del mundo.

“30 monedas” en Pedraza: terror entre murallas centenarias

Álex de la Iglesia no rueda películas. Las invoca. Con 30 monedas, el director bilbaíno recupera su inconfundible sello de terror, humor y caos apocalíptico, creando un universo donde la fe, los demonios y la superstición se mezclan con la España rural más profunda. Y lo hace desde un escenario que parece hecho a su medida: Pedraza, una villa medieval de la provincia de Segovia que, gracias a esta serie, se convirtió en el epicentro de todas las fuerzas oscuras imaginables.

Pedraza, Segovia. Fuente: Canva

La serie —producida por HBO España— arrancó en 2020 con una primera temporada de ocho capítulos que cautivó a crítica y público. A día de hoy, cuenta ya con dos temporadas y se ha consolidado como una de las producciones españolas más ambiciosas y visualmente potentes de los últimos años. En palabras del propio Álex de la Iglesia, “30 monedas es una historia sobre la pérdida de la fe, el miedo y el poder”. Y sí, también sobre cómo un pequeño pueblo puede transformarse en el escenario del Apocalipsis.

Situada a menos de dos horas de Madrid, Pedraza es uno de esos pueblos que parecen suspendidos en el tiempo. Calles empedradas, muros de piedra dorada y un silencio que por momentos resulta inquietante. No cuesta imaginar al padre Vergara (Eduard Fernández) caminando entre su iglesia y el bar del pueblo, mientras la niebla se cuela entre los arcos de piedra.

Durante dos intensos meses de rodaje, la localidad segoviana fue el epicentro de la serie. Su Puerta de la Villa, único acceso al casco antiguo y antigua cárcel, aparece en varios momentos clave. También su Plaza Mayor, escenario del ficticio bar donde se reúnen los vecinos y donde se desencadenan algunos de los momentos más icónicos de la trama. Además, en esta plaza también se alza la Iglesia de San Juan Bautista, románica y rotunda, cuya silueta domina la villa y fue una de las principales localizaciones exteriores.

Plaza Mayor de Pedraza. Fuente: Canva

Y, por supuesto, está el Gran Castillo de Pedraza, protagonista absoluto de varios pasajes de la serie. Según Araceli Pérez-Rastrilla, productora de 30 monedas, “la mayoría de los interiores y exteriores del castillo que aparecen en pantalla corresponden al propio castillo”. Solo algunas secuencias interiores se rodaron en el Castillo de Guadamur (Toledo), otra joya del patrimonio castellano.

Que Pedraza se haya convertido en plató no sorprende a nadie. De hecho, el propio Ayuntamiento tiene un apartado en su web titulado “El cine en Pedraza”. Desde los años 20, la villa ha acogido rodajes de todo tipo: desde Blancanieves (2011) de Pablo Berger hasta series como Águila Roja, Isabel o Tierra de Lobos. También ha sido escenario de anuncios de la Lotería de Navidad o de marcas con renombre internacional como Dolce & Gabbana.

Pero 30 monedas fue, sin duda, la producción que más transformó el pueblo. El rodaje atrajo a curiosos, periodistas y fans del terror que querían ver cómo una villa “tranquila”, aunque cada fin de semana acoge a cientos de turistas, se convertía en un foco de fenómenos paranormales. Durante semanas, esta villa fue el hogar de un ejército de técnicos, cámaras, actores y vecinos que participaron como figurantes. “Fue un rodaje intenso, pero muy respetuoso con el entorno”, aseguró el consistorio segoviano.

Hoy, visitar Pedraza después de ver la serie es una experiencia inmersiva. Los fans reconocen rincones, fachadas y pasadizos, y no son pocos los que llegan con el mapa en la mano buscando el bar del pueblo o la casa del padre Vergara. En los bares locales incluso se pueden escuchar anécdotas del rodaje, y no falta quien asegura haber visto luces extrañas en el castillo cuando cae la noche. ¡Ahí lo dejo! 

Aunque esta localidad segoviana es el corazón de 30 monedas, no fue el único escenario. La serie contó con más de 250 decorados repartidos por España y otras localizaciones internacionales. En Castilla-La Mancha, destacan dos enclaves que brillan con luz propia —o más bien, con una luz tenebrosa—: el Castillo de Guadamur (Toledo) y el Castillo de Calatrava La Nueva (Aldea del Rey, Ciudad Real).

El primero sirvió para recrear interiores del castillo de Pedraza, con sus torres almenadas y sus muros imponentes. El segundo, el Castillo de Calatrava La Nueva, aparece en las escenas que transcurren en Alepo (Siria), durante el tramo final de la primera temporada. El equipo artístico transformó por completo este enclave medieval para que pareciera Oriente Próximo: “Tardamos quince días en atrezar todo el entorno. Cumplía con las necesidades que buscábamos y además tenía muchísimas facilidades, incluso por la similitud con el terreno sirio”, explicaba la productora.

Por si fuera poco, la serie también nos lleva de viaje por Jerusalén, Roma, Nueva York o París, escenarios reales que dotan de un aire global a la trama. Una historia que, aunque empieza en la Castilla más profunda, termina conectando con una conspiración de escala mundial.

Para los amantes del turismo cinematográfico, Pedraza es una joya. Pasear por sus calles es como adentrarse en una película. La Puerta de la Villa marca el acceso al casco antiguo y es una de las imágenes más reconocibles del pueblo. La Plaza Mayor, con sus soportales y su aire de escenario, invita a sentarse en una terraza y recrear alguna escena de la serie. El castillo, que alberga la Fundación Zuloaga (pintor eibarrés), se puede visitar, y desde sus murallas hay unas vistas espectaculares de la meseta segoviana.

Acueducto de Segovia. Fuente: Canva

Y, por supuesto, si prefieres ampliar la escapada, muy cerca tienes Segovia capital, Sepúlveda o el Parque Natural de las Hoces del Duratón, donde los buitres sobrevuelan los cañones con la misma majestuosidad con la que el padre Vergara desafía al mismísimo demonio.

Lo que está claro es que 30 monedas demuestra que el terror no necesita fantasmas importados ni castillos británicos para helarte la sangre. A veces, basta con un pueblo castellano, un cura atormentado y una moneda que podría haber pertenecido a Judas. Y si además puedes tomarte un vino o unas tapas al final del día en la Plaza Mayor de Pedraza, ¡mejor que mejor!

El orfanato en LLanes (Asturias): una casa con más vida de la que parece

Si hay una película que redefinió el terror del siglo XIX, esta fue El orfanato. Estrenada en 2007, dirigida por un entonces debutante J. A. Bayona y producida por Guillermo del Toro, esta historia protagonizada por Belén no solo arrasó en taquilla y conquistó siete premios Goya, sino que también puso en el mapa a un rincón asturiano que, desde entonces, atrae a miles de viajeros cinéfilos: Llanes

Llanes, Asturias. Fuente: Canva

El filme, que mezcla el suspense más clásico con la emoción del drama, convirtió su escenario principal el Palacio de Partarríu, también conocido como Villa Parres, en un auténtico personaje más. Este palacete construido a finales del siglo XIX por encargo de José Parres Piñera, se encuentra a la entrada de Llanes y, como en la película, guarda su propio pasado inquietante. Durante la Guerra Civil Española fue incautado y reconvertido en hospital, y en los años noventa ya había sido utilizado como escenario cinematográfico en Mi nombre es sombra (1996), una versión moderna del mito de Jekyll y Hyde. 

El majestuoso edificio, con su aire señorial y decadente, se transformó para el rodaje en el escalofriante orfanato donde Laura (Belén Rueda) vivió su infancia. En el guión, Laura regresa con su familia para abrir una residencia para niños discapacitados, pero los juegos extraños de su hijo desencadenan una serie de sucesos que la llevan a enfrentarse con los fantasmas, reales y metafóricos, del pasado. Bayona supo jugar con la luz, la cámara y la arquitectura para que el palacio pareciera estar aislado en lo alto de un acantilado, aunque en realidad se encuentra muy cerca del casco urbano de Llanes. Para lograr ese efecto, se rodó desde ángulos laterales y se modificó digitalmente la fachada, eliminando elementos del entorno. 

No se puede visitar por dentro, ya que es propiedad privada. Eso sí, su exterior sigue siendo inconfundible: una gran fachada de piedra, ventanales simétricos y una escalinata que muchos reconoceréis al instante. Desde el camino que bordea la finca pueden hacerse algunas de las mejores fotos, ¡algo es algo! Y, además, según he leído existe un cartel que anuncia la futura construcción de apartamentos de lujo. Quién sabe, quizá podamos comprarnos una vivienda y recrear nuestra propia película de suspense. No estaría nada mal como residencia de verano, ¿qué me decís? 

Pero El orfanato no solo se rodó en el interior de Partarríu. Varias localizaciones del concejo de Llanes aparecen a lo largo de la película. Por ejemplo, una de las escenas más recordadas, el atropello que protagoniza Benigna (la anciana) y Laura, se grabó en una plaza Parres Sobrino, en pleno casco histórico, fácilmente reconocible por una silla de director que el proyecto “Llanes de Cine” ha instalado allí para señalar los lugares de rodaje. Esta iniciativa del ayuntamiento propone un recorrido turístico por 25 localizaciones del municipio donde se han rodado más de 40 películas y series. Un auténtico plan de turismo cinematográfico que permite descubrir, mapa en mano, los escenarios que han conquistado a directores y productoras.

Playa de Andrín, Llanes. Fuente: Canva

Otras localización fundamental fue la Playa de Andrín, al este del municipio, donde se rodaron varias secuencias clave, incluyendo las grutas que Laura y Simón visitan al comienzo de la historia. Esas cuevas tan hermosas como peligrosas por el rápido cambio de mareas, contribuyen a esa sensación de misterio y peligro constante. Curiosamente, el faro que aparece junto a ellas no existe, pues fue añadido digitalmente en postproducción. 

También la Playa de Poo, con su espectacular entrada de mar rodeada de acantilados, sirvió de fondo para algunas escenas, así como los senderos costeros que conectan las playas del oriente asturiano. Caminar por ellos es como recorrer el reverso luminoso del miedo: el paisaje natural y verde, tan característico de Asturias, contrasta con el tono oscuro y melancólico del filme.

Durante las diez semanas de rodaje, que comenzaron el 15 de mayo de 2006, el equipo alternó exteriores en Llanes con interiores grabados en estudios de Barcelona. Uno de los datos más curiosos es que el temido personaje de Tomás, el niño de la máscara de saco, fue interpretado por Óscar Casas, el hermano pequeño de Mario Casas. Solo tenía ocho años cuando rodó la película y su rostro nunca llegó a verse en pantalla.

Otra curiosidad que pocos saben es que el propio Guillermo del Toro aparece en un cameo. Interpreta al médico que atiende a Laura cuando se lesionó la pierna. Y una anécdota tan tierna como escalofriante es la de la niña que interpretaba a una huérfana ciega, cuando un miembro del equipo le dijo que tenía unos ojos preciosos, ella respondió: “Los elegí yo misma”. Sufría una enfermedad ocular degenerativa, y sus padres le permitieron escoger, cuando aún veía, el color de los ojos de cristal que llevaría más adelante.

Además de El orfanato, el concejo de Llanes ha sido escenario de películas como El abuelo (José Luis Garci), Los jinetes del alba o La señora. Sus paisajes combinan el verdor de las montañas con el azul del Cantábrico, y en sus calles medievales aún se respira el espíritu del viejo puerto pesquero. Pasear por el paseo de San Pedro, principalmente si viajas con niños, asomarse a los Cubos de la Memoria de Ibarrola o recorrer las playas de Toró, Cuevas del Mar o Gulpiyuri (una playa interior, sin costa visible) son planes imprescindibles para cualquier viajero que busque un rincón cinematográfico y, por qué no, algo de misterio.

Y si después de seguir los pasos de Belén Rueda te queda el cuerpo un poco inquieto, nada como una sidra en el casco antiguo o una cena en alguno de los restaurantes del puerto para recomponerse. Porque Llanes, además de ser escenario de diferentes tramas, también es el mejor lugar para reconciliarse con la vida. El restaurante La Casona te espera para degustar sus cachopos, los tortos con cabrales o una rica fabada. Es decir, lo mejor de lo mejor, de la gastronomía asturiana. ¿Quién se apunta?