Cómo vivir la Sevilla más cinematográfica
"Escena serie La Peste en La Casa de Pilatos" . Fuente: Movistar+
Ana Alonso

Una vez más, de la mano de Lorens nos adentramos en una ciudad única, cuyo duende también se esconde tras su legado fílmico. 

Las visitas que diseña esta empresa convierten cualquier recorrido en una experiencia inolvidable y la crónica de uno de los viajes en grupo que ya han realizado nos abre el apetito para la próxima apertura de los tours para cualquier visitante (o residente curioso) de la capital hispalense. 

Esta ruta comienza bajo las grandes estructuras de madera de las Setas de Sevilla, en la Plaza de la Encarnación. El lugar es moderno, vibrante, frecuentado. tanto por sevillanos como por visitantes de paso. Es aquí donde se da cita a los grupos que emprenden este recorrido de la mano de Lola y Nazaret. Lola conoce cada rincón de Sevilla; Nazaret, por su parte, es directora de cine. Juntas encarnan el espíritu de Lorens: cruzar miradas, conjugar territorio e imagen y proponer otra forma de ver.

Una breve introducción se ofrece bajo la estructura. El objetivo es claro: mostrar cómo Sevilla se dejó filmar, cómo ha nutrido al cine, y cómo, a su vez, el cine ha moldeado la imagen que tenemos de la ciudad. No se trata de una ruta para fans, ni de una búsqueda de localizaciones. Es una lectura sensible, histórica, cultural —una narración en la que la ciudad actúa de sí misma.

Catedral se Sevilla

Avanzando unas calles más allá, en un espacio más tranquilo, tiene lugar la primera parada. Se activan las tabletas. Los participantes descubren las primeras imágenes de Sevilla a principios del siglo XX: planos fijos de los hermanos Lumière, escenas animadas filmadas por Alice Guy. Se ven cortejos, transeúntes, carruajes tirados por caballos —la ciudad tal como era, pero ya cinematográfica.

Muy pronto, el montaje propuesto por Lorens adquiere mayor amplitud. A esas películas mudas les siguen extractos más recientes: El León y el Viento, Juego de Tronos, La mujer y el pelele con Brigitte Bardot. La coherencia visual es evidente. Las columnatas, los azulejos, los patios, los juegos de luces y sombras conforman una estética sevillana fácilmente reconocible. No es solo un decorado: es un lenguaje propio que esta experiencia hace visible.

Desde esa parada, la caminata continúa en dirección a la Casa de Pilatos. Por el camino, las guías señalan balcones de hierro forjado, azulejos de motivos vegetales, portones esculpidos. Cada detalle arquitectónico evoca una escena, un plano, una composición. El cine no solo ha captado la ciudad: ha contribuido a fijar una imagen de Sevilla, entre la memoria y la ficción, entre el patrimonio y el relato.

Al llegar frente a la Casa de Pilatos, el vínculo se vuelve evidente. Este palacio parece haber sido diseñado para acoger una cámara. Encargado por Don Fadrique a finales del siglo XV, tras un viaje a Jerusalén, el edificio combina de forma armónica arquitectura mudéjar, gótica y renacentista. Esta mezcla atrae naturalmente a los directores de grandes producciones. Lawrence de Arabia, en 1962, instala aquí uno de sus puestos de mando. Ridley Scott lo recordará bien: volverá a rodar allí 1492: La conquista del paraíso y más tarde El Reino de los Cielos, buscando esa misma magia mineral —una grandeza serena, una luz suave, volúmenes simples capaces de evocar tanto Andalucía como Oriente.

Jardín Casa de Pilatos. Sevilla

La visita continúa por los jardines. Nazaret menciona La Peste, rodada aquí en una recreación contundente de la Sevilla del siglo XVII. El jardín también se convierte en escenario de acción en Noche y Día, con Tom Cruise escapando. Más inesperado aún: Gérard Jugnot, perdido y en pánico en Rosa y Negro, intenta huir del lugar a su manera.

Pero es en el corazón de las caballerizas, las antiguas cuadras del palacio, donde el cine recupera todo su protagonismo. En un espacio abovedado, los visitantes se detienen un instante. Sobre los muros de piedra, a escasos metros de las réplicas de armaduras utilizadas en El Reino de los Cielos, las imágenes se proyectan. Tom Cruise, Orlando Bloom, siluetas de épocas cruzadas aparecen directamente sobre las paredes. Ya no es un decorado, es un palimpsesto. Es impresionante observar cómo se construye este momento. Se puede sentir cómo estas piedras han visto pasar a las grandes producciones sin perder jamás su alma.

La salida del palacio marca un cambio de ritmo. La caminata se reanuda, esta vez hacia la catedral. Por el camino, Lola y Nazaret dirigen la mirada hacia las perspectivas urbanas. Poco a poco se impone una idea: la firma visual de Sevilla en el cine es ella —esta catedral excepcional, este cuerpo esculpido, visible casi desde cualquier ángulo. Una presencia constante.

La siguiente parada tiene lugar en la pequeña plaza Santa Marta, discreta y protegida. En las tabletas, se lanza un nuevo montaje: Jalisco canta en Sevilla, la serie 1992 de Álex de la Iglesia, y otras películas recientes o en blanco y negro… Todas muestran cómo la Giralda actúa como un símbolo. No necesita ser explicada. Simplemente firma la ciudad en pantalla.

Sevilla. Fuente: Shutterstock

Desde la plaza Santa Marta, la caminata continúa hacia la Plaza Nueva. En esta época del año, el montaje de los palcos anuncia la llegada de la Semana Santa. Se escuchan martillazos, voces, maderas que se ensamblan. Lola lo explica: «Este ruido también es patrimonio. Es la ciudad preparándose para entrar en escena.» Nazaret recuerda cómo estos ritos populares han inspirado el cine español: de la tradición religiosa al folclore, todo aquí se vuelve imagen.

El grupo desciende lentamente por la avenida de la Constitución. Las fachadas desfilan como un plano secuencia: modernismo, neo-mudéjar, art déco. Y es justo aquí donde Lorens propone una nueva sorpresa. En las tabletas, se despliega un montaje de películas indias. Bailes, romances, persecuciones… todo en pleno centro de Sevilla. La ciudad vista desde Bollywood. La industria audiovisual india —la más prolífica del mundo— ve en Sevilla una ciudad-mundo: luminosa, barroca, vibrante, absolutamente cinematográfica. Nazaret lo resume así: «Es una ciudad que vibra en la imagen. Y la imagen, aquí, nunca miente.»

La última parada lleva al grupo a La Campana, punto neurálgico del centro histórico. Es aquí donde concluye la visita. Frente al emblemático salón de té, los participantes redescubren una secuencia rara: una filmación de los hermanos Lumière, hecha en este mismo lugar, donde transeúntes elegantes cruzan la calle y algunos se detienen a mirar el escaparate. La delicadeza de esta escena muda confirma que Sevilla siempre ha sido un teatro natural, donde la elegancia cotidiana se transforma en puesta en escena.

Metrosol. Sevilla

Un espacio de restauración acoge al grupo. Mientras se acomodan, Lola y Nazaret proponen un último momento compartido. Un juego interactivo, accesible directamente desde los móviles de los participantes gracias a un enlace enviado al inicio de la visita, permite repasar las diez secuencias clave del recorrido. Historia, costumbres, rostros del cine… todo se revela en unos clics.

Como un bouquet final, los rostros de Louis de Funès, Natalie Portman, Warren Beatty y Rossy de Palma aparecen uno tras otro en las pantallas. El ambiente es alegre, cómplice. Se comenta, se ríe, se acierta, se aprende. La imagen y la ciudad se responden por última vez.

Una experiencia Lorens, en la encrucijada entre patrimonio e imaginación, entre ciudad vivida y ciudad proyectada. Una experiencia que sin duda marcará un hito —y que ya anuncia nuevos relatos, nuevas escrituras, nuevas Sevilla(s) por venir.

Si te apetece vivir esta Sevilla tan especial, a partir de septiembre podrás reservar el tour Lorens aquí https://lorens-tours.com/es/pagina-de-inicio/