Cine y gastronomía. Las películas y series para foodies
Turó de la Rovira, Barcelona / Pere Jurado
Miryam Tejada

¿Hay mejor plan que combinar dos grandes pasiones como son el cine y la gastronomía? Probablemente no. La conexión entre estos dos mundos ha dado lugar a películas y series que no sólo entretienen, sino que también abren el apetito. Las referencias gastronómicas siempre han estado presentes en el cine. Nos remontamos a 1895 para dar con una de esas primeras referencias gracias al director francés, Louis Lumière, y a su corto Le repas de bébé, donde aparece el padre, la madre y un bebé alrededor de una mesa desayunando.  

Desde entonces, la gastronomía ha sido un tema recurrente en el séptimo arte, y mucho más ahora, cuando la restauración está tan de moda en todo el mundo. El número de películas y series cuyo “ingrediente” principal es la cocina es enorme y nos resultaría imposible hacer un recorrido por todas ellas sin dejarnos alguna en el tintero. Por eso, desde The Travelling Set hemos preferido hacer una pequeña selección de 4 que, estamos seguras, harán las delicias de cualquier buen foodie. ¿Preparados? Empezamos por el entrante. 

 

Jamón, jamón. Bigas Luna 

Bigas Luna fue uno de los mejores directores de la historia del cine español y ”Jamón, jamón” (1992) una de sus películas más emblemáticas. En ella expuso su visión de la cultura española a través de unos jóvenes Javier Bardem, Penélope Cruz y Jordi Mollá, que con el tiempo se han convertido en grandes actores reconocidos mundialmente, y, en el caso de Bardem y Cruz, matrimonio en la vida real. Pero más allá de las tórridas escenas y su forma de representar las pasiones humanas, Bigas Luna muestra la comida como algo tan lujurioso como el sexo. De hecho en más de una ocasión, el cineasta, afirmó que lo que más le gustaba en el mundo era comer. Así que, no es de extrañar que las referencias gastronómicas sean protagonistas en sus cintas. 

En esta ocasión, para casar gastronomía y cine viajamos hasta Los Monegros, una región conocida por su aspecto desértico y su singular belleza natural. Este paisaje, con su luz cegadora y su aire de desolación, sirvió para reflejar las tensiones y pasiones latentes que transcurren en la trama. Tanta es su popularidad que 32 años después la propia comarca ha creado la ruta “Jamón, jamón”. Un itinerario de más de 40 kilómetros por los escenarios de la mítica película, siendo su punto de partida el pintoresco pueblo de Monegrillo. Podríamos afirmar que es la población más típicamente monegrina por su tamaño, por su emplazamiento dentro de la comarca, por sus características de sus tierras y, obviamente, por su nombre. Y, además, no creo que a Penélope Cruz se le olvide este municipio de apenas 384 habitantes, pues fue aquí, en el antiguo campo de fútbol, donde en el otoño de 1991 grabó su primera secuencia con tan sólo 16 años. Bigas Luna que apostó por ella, le bautizó con el sobrenombre de “la perla de Monegrillo”. Fue un visionario y acertó de pleno. 

Las numerosas sorpresas que atesora esta pequeña localidad comienzan por el refugio antiaéreo de la Cueva del Castillo que sirvió a sus habitantes como cobijo durante los bombardeos de la Guerra Civil española. Hoy, un espectacular recorrido por su rehabilitado interior, nos permite tener una experiencia muy cercana a la que ellos vivieron a través de una recreación tematizada con iluminación, locución y efectos de sonido. También un paseo por sus calles es un buen plan, encontrarás el Granero de la Diezma, el Oratorio del Rosario y otras casas nobles representativas de la arquitectura civil aragonesa como las Casonas de Panivino y de Rocañín. 

Si continúas el trazado de la ruta establecida, te encontrarás el cruce de carreteras donde se filmó la épica batalla de jamones entre los personajes de Raúl y José Luís, representados por Bardem y Mollá. El lugar en sí apenas tiene encanto, ya que es un simple almacén, pero se ha incluido en el recorrido por la intensidad de la escena final y porque encaja con la inmensidad del paisaje monegrino de fondo.

Desierto de Los Monegros. Fuente: Canva

La última parte de la ruta nos conduce hasta los alrededores de Peñalba, el pueblo que cuenta con el mayor número de escenarios de la cinta. Descubrirás lugares que seguro recuerdas, como el África Burger, en realidad el bar de la gasolinera de Peñalba. Fue aquí, en plena tormenta, donde la pasión de Penélope y Javier estalla. Una imagen icónica que, al parecer, traspasó la pantalla cinematográfica. La emblemática escena del toro de Osborne también merece una mención. Aunque estos carteles publicitarios están dispersos por toda España, el que aparece en la película adquiere un carácter casi mítico. Localizado cerca del recorrido que conecta Peñalba con otras aldeas de Los Monegros, el toro se convierte en un símbolo de pasión y tradición. Lo más característico de Peñalba es su iglesia parroquial de la Santa Cruz, ubicada en la falda del cerro. Aunque, si algo ofrece el municipio y sus alrededores son diferentes rutas de bicicleta. Uno de los recorridos que os proponemos es bordear el barranco de la Valcuerna, que parte del pueblo y desemboca en el embalse de Caspe. Y es que el área de la Valcuerna es, por su diversidad, uno de los enclaves más ricos de Los Monegros, desde el punto de vista natural. En este punto confluye el único curso de agua permanente que se origina y termina en Monegros. 

Entrante. ¡Un buen plato de jamón! Con este aperitivo, una hogaza de pan casera y una copita de vino de la tierra, denominación de origen Somontano, conquistas a cualquiera. Y es que después de explorar los escenarios de “Jamón, jamón” hay que hacer un alto en el camino para degustar la gastronomía local. Como su título indica, el jamón es el gran protagonista, especialmente el de Teruel, ¡cómo no! Que además cuenta con denominación de origen protegida. Aunque la parada gastro de la zona se sitúa en el pueblo de Lanaja, donde los derivados del cerdo son los protagonistas. Rainsa Alimentación ofrece en su establecimiento una variada muestra de bolas de morcilla, butifarras, chorizos, longanizas o salchichas, e incluso brinda la posibilidad de hacer envíos de productos con seguridad.

La vida padre. Joaquín Mazón

Karra Elejalde interpreta en la película a Juan Intxausti, un cocinero de corte tradicional que, tras una noche desastrosa en su restaurante, se tira a la ría de Bilbao. Sobrevive. Sin embargo, el golpe le ancla la cabeza a 1990 y cuando aparece de nuevo, 30 años después, sigue pensando que la capital rojiblanca es gris, que su hijo tiene todavía 7 años y que no hay nada más allá de una buena chuleta. En esta última afirmación puede que coincida con el personaje. Obviamente, el niño ya no es niño y le ha tomado el relevo en la cocina. Mikel, interpretado por un polifacético Enric Auguer, que le recordamos de otras cintas como “Vida perfecta” o “Quien a hierro mata”, ha jugado en ese tiempo con la vanguardia y el restaurante familiar ya roza las 3 estrellas Michelin cuando su aita aparece de la nada para trastocar todo. 

De sobra es sabido que Elejalde domina los papeles cómicos y, en este, se mueve a sus anchas. Él y Auguer llevan la película sobre sus hombros, una comedia tan ligera como los humos que el joven cocinero introduce en sus platos. El guión de Joaquín Oristrell vuelve a jugar con la gastronomía como ya hizo en “Dieta mediterránea”. Y en esta, como en la anterior, también se da esa contraposición entre cocina tradicional y cocina de vanguardia. Oristrell en “Dieta mediterránea” quiso poner como protagonista a una mujer para dar visibilidad al género femenino en la alta cocina y ahora, en “La vida padre”, pone el foco en el cambio generacional. 

No se puede decir que la cinta se rodó íntegramente en Bilbao, pues las escenas de cocina se grabaron en Madrid, concretamente en el restaurante DSTAgE del gran cocinero Diego Guerrero. Pero sí, podemos asegurar que aparecen lugares muy emblemáticos de la capital vizcaína como el Museo Guggenheim, el hospital de Basurto, el Mercado de La Ribera o el Casco Viejo. De hecho, fue el Museo Guggenheim, con motivo de su 25 aniversario, quién acogió el estreno mundial de la película el 08 de septiembre de 2022. Además, el director del film no es nuevo en Bilbao, también rodó aquí “Cuerpo de élite”, digamos que esta ciudad le trae buenos recuerdos y suerte, ya que ambas películas han cosechado éxitos. 

Vistas a la ría y al Guggemheim de Bilbao. Fuente: Canva

Uno de los escenarios principales son los alrededores del restaurante que ahora se llama Ataria, antes Amarena, en el Casco Viejo. Y no es de extrañar que hayan seleccionado esta localización para ambientar la película, ya que aquí se encuentra la crème de la crème de los restaurantes tradicionales de comida vasca y la mejor ruta de pintxos. Empezamos por el bar Fermín y su mítica gilda. Algo tan sencillo de hacer y de comer que no te puedes ir de Bilbao sin probar una. En el bar Fermín también, para quién le guste el picante y se atreva, destaca su pintxo de bacalao con alegrías riojanas. Otro típico es el K2 y su tortilla de patata, un pintxo clásico que nunca defrauda. O el Motrikes y sus champis acompañados de una salsa secreta que le aporta un gusto único. El listado de bares y sus correspondientes creaciones en miniatura es infinito, así nuestra recomendación es que te dejes llevar y que hagas tu propio ranking de los mejores pintxos de Bilbao.  

Otro de los escenarios de la película es el Mercado de la Ribera. Y no es de extrañar que aparezca en el film porque es uno de los mercados con más nombre de todo el País Vasco. De hecho, es el mayor mercado cubierto de Europa. Aquí puedes comprar como un bilbaíno más, tienes carnes, pescados, mariscos, quesos, viandas de todo tipo y un largo etcétera de productos de temporada y cercanía. Además, en la segunda planta están los gastrobares. Ya véis que en la capital rojiblanca no dejamos de comer. Encontrarás de todo, desde locales especializados en cervezas, hasta enotecas o espacios con selección de quesos, conservas y embutidos… Es decir, esta es una parada obligatoria. No os podéis despedir de Bilbao sin haber visitado el Mercado de la Ribera, que, por cierto, está muy próximo al Casco Viejo. 

Primer plato. Y para seguir con la tónica del buen comer, desde The Travelling Set os recomendamos salir un poco de la tradicional comida vasca y probar otros sabores. Sabores asiáticos que Jurgi Arejita, el propietario y cocinero del restaurante Ondori Botxo, combina con los productos de su tierra y su propia huerta en Gernika. En su carta siempre hay variedad y sus menús degustación cambian cada 3 meses. De esta manera sorprende a los clientes y hace que no se aburran. Así que, si te apetece salir de los pintxos y la txuleta, esta fusión vasco asiática con toque japonés, tailandés o coreano, en el mismo Casco Viejo de Bilbao, es un acierto seguro. No olvides pedir el dimsum de rabo con parmentier de boniato, plato que el cocinero tiene en la carta desde el primer día. Además, cuenta con una interesante carta de vinos, cosechados por bodegas pequeñas.

De la gran pantalla al pequeño formato

 

Foodie Love. Isabel Coixet

Si a series relativas a gastronomía nos referimos es obligatorio mencionar la que nos propuso la directora Isabel Coixet, “Foodie Love» (2019). La serie más personal de la catalana que hizo, y sigue haciendo, las delicias de aquellos espectadores que, como la propia directora, se consideran a sí mismos foodies. A través de sus dos protagonistas, Laia Costa y Guillermo Pfening, la serie de ocho episodios nos adentra en el apasionante mundo foodie de ciudades como Barcelona, Tokio, Roma, París y Nueva York. Estos dos amantes de la buena cocina se conocen a través de una aplicación de citas, y deciden darse una oportunidad, porque como ellos mismos afirman “si te apasiona la cocina no puedes ser un imbécil del todo… o sí”.   

Coixet tiró de memoria y vivencias para pasearnos por los mejores lugares de Barcelona, Roma y Montolieu (Francia), haciendo que al final de cada capítulo a más de uno nos den ganas de ponernos a cocinar o directamente reservar en alguna de los restaurantes donde se filmó. 

Parque Güell de Barcelona. Fuente: Canva

Barcelona es el escenario estrella. Muchas de las menciones son locales reales ubicados en la Ciudad Condal, así que toma papel y boli y apunta. Por ejemplo, el primer capítulo nos lleva a la calle Badajoz, 95. Es ahí donde los protagonistas se conocen y quedan en el Espai Joliu, un local industrial cuya especialidad son los dulces caseros y sus originales cafés fusión. Los cócteles también toman relevancia en la serie y uno de ellos se lo toman en el Bar Paradiso, en la calle de Cera Palau número 4. Este bar-coctelería en 2017 consiguió el premio On the Watch, que premia los mejores bares del mundo, y dicen que es frecuente encontrar una cola de gente en la puerta. Así que, tocará esperar. El esperado beso entre ambos llegó en el restaurante de tres estrellas Michelin Cocina Hermanos Torres, un lugar de 800 metros cuadrados concebido como una gran cocina con restaurantes, y no al revés, que se encuentra ubicado en la calle del Taquígraf Serra, 20 en Barcelona. Otra de las citas fue en Ochiai, una pastelería que ofrece dulces tradicionales japoneses, bombones y tartas para llevar o degustar en su propia cafetería. Si quieres visitarlo tienes que acercarte hasta la calle Comte d’Urgell 10. Y un tapeo no podía faltar, por ello, Coixet nos lleva hasta La Pepita y La Cava, situado en la calle Córsega número 339. Un pequeño bar de tapas entre las que destacan su ceviche con boniato, el humus de alcachofa o el gratín de patata con sobrasada. 

Segundo plato. Si hubiese un capítulo más en la serie, desde The Travelling Set incluiríamos el 33/45 Bar&Gallery. Es un lugar de referencia en la Ciudad Condal y encaja a la perfección con las propuestas que Coixet nos muestra en “Foodie love”. Es un multiespacio al más puro estilo berlinés, con paredes llenas de grafitis y muebles vintage. Además, puedes tomar algo sin tener que dejar la bici aparcada en la calle. Aquí diríamos que son bikefriendly, ya que se declaran fanáticos de las bicis de piñón fijo. Más de una es atrezzo. En este local pedirte un café es cool, pues los hacen riquísimos y los acompañan de unas galletas caseras que tienes que probar. También puedes disfrutar de una exposición o leer un libro en uno de sus cómodos sofás. De su carta lo mejor son sus crepes y sus gin tonics de sabores, y todo aderezado de buena música. Para una cita es el lugar perfecto que, por cierto, está en la calle Joaquín Costa, la más popular del barrio del Raval, ¿ahora lo entendéis todo? 

La Promesa. Josep Cister Rubio

Cuando se estrenó “La Promesa” (2023) la bautizaron como el “Downton Abbey español”, pero tras casi dos años en antena, su reciente aterrizaje en Netflix y el Emmy Internacional, la serie diaria de RTVE ha demostrado que ha venido para quedarse. 

Transcurre en el primer cuarto del siglo XX, en un lujoso palacio del mismo nombre situado en el Valle de los Pedroches (Córdoba), y más allá de sus emocionantes enredos, destaca por sus guiños culinarios de la ficción. Una pata importante para su creador, Josep Cister, pues él a sí mismo se define como “un loco de la gastronomía”. Añade que la cocina es uno de los pulmones que hace respirar a La Promesa. Para él es impensable que la comida no juegue un papel fundamental en la serie. De hecho, son los propios protagonistas quienes se encargan de repetir, la ya célebre frase, “en ningún lugar se come tan bien como en “La Promesa”. ¿Sus responsables? El equipo de cocina de palacio. Un equipo formado por tres de los personajes más queridos y con más peso de la trama. Simona, la cocinera más experimentada, Candela, su ayudante y amiga del alma, y Lope, un lacayo que descubre que su vocación no está llevando bandejas, sino entre los fogones. 

Podríamos decir que en La Promesa se aprende de gastronomía o de truquitos de la abuela. Por ejemplo, nos han mostrado lo que simboliza el huevo duro en un potaje de vigilia o que hay tantas recetas de pipirrana como personas. Y también han sacado a relucir cosas prácticas, como cuál es la mejor manera de recuperar la mayonesa cuando se corta. Son detalles que avalan que la serie cuenta con un gran equipo de documentación. De hecho, fue el cocinero Diego Sandoval, del restaurante Coque, quién les asesoró en los inicios sobre algunos aspectos clave. Y el equipo de arte se encarga de que cada cosa esté en su sitio para sumergir al espectador en la cocina de aquella época. Además, para quiénes se lo estén preguntando, en “La Promesa» se come de verdad. Hay una persona que cocina todos los platos que aparecen en la televisión e incluso tienen una vajilla propia con el emblema del palacio. ¿Sabéis de quién fue este capricho? Su apellido empieza por C, ¡ahí lo dejo!   

Palacio, palacio, palacio… Tanto hablar de palacio que nos falta una marquesa en la ecuación. Si despejamos la incógnita aparece Tamara Falcó. Eso sí, en formato dueña de la localización principal de la serie, el Palacio del Rincón, una antigua residencia que heredó de su padre Carlos Falcó, o más conocido como marqués de Griñón, y que fue testigo de su enlace con Íñigo Onieva. Cabe decir que El Rincón ya es un escenario reconocido para la audiencia. Y no solo por los que ven la ficción de RTVE cada tarde, sino también por todos los que vieron “La marquesa”, el reality de Netflix que protagonizó Tamara Falcó y que se focalizó en mostrar a fondo las estancias de esta edificación de finales del siglo XIX. Que, por cierto, está a la venta. Así que, quién quiera presumir de palacio puede adquirirlo. Está situado en Aldea del Fresno en Madrid, cuenta con 30 habitaciones y más de 120 hectáreas de terreno. Por sus instalaciones han pasado muchos reyes como Alfonso XIII que acudía allí a sus jornadas de cacería. Pero además del palacio tienes la oportunidad de visitar esta localidad madrileña de poco más de 3000 habitantes que incluso tiene hasta playa, la del Alberche

Postre: ¿Y si te digo que el mejor queso de Madrid está precisamente en la localidad de Aldea del Fresno cómo te quedas? ¿Y qué además está elaborado con vino? Eso ya lo tienes que comprobarlo en primera persona. El queso de esta pequeña quesería, Vega Alberche, regentada por Javier Garnacho está elaborado con mezcla de leche pasteurizada de ovejas y cabras, tiene una curación de tres meses y medio y está lavado con un vino que le dota color y aroma.