Escapada para una «Vuelta al Cole» más llevadera (Parte 2)
Imagen de la serie “Merlí" en NETFLIX
Miryam Tejada

El instituto donde se desarrolla gran parte de la acción es, en realidad, el antiguo monasterio de San Salvador de Celanova, un edificio monumental de origen prerrománico que formó parte de la infancia del propio Carlos Montero, ya que fue allí donde estudió. Tanto, que el creador reconoció en redes sociales que lo había imaginado como escenario incluso antes de escribir la novela. Y sí, frente al instituto está el Café Bar Bohemia, donde en la serie se refugian las protagonistas para ordenar sus pensamientos. Un local real que hoy recibe visitantes curiosos que quieren tomarse un café “donde lo hizo Inma Cuesta”. 

Pero Celanova es mucho más. Aquí se conserva la Capilla de San Miguel, considerada la joya del prerrománico gallego del siglo X, además de casonas blasonadas, plazas y calles empedradas y rutas naturales que permiten combinar historia y paisaje. De hecho, a muy pocos kilómetros está la Serra do Xurés, un destino perfecto para realizar senderismo entre cascadas, aldeas “abandonadas” y antiguos caminos romanos. 

Y si seguimos los pasos de la serie, llegamos a Ribadavia, otra localidad clave. En la ficción vemos el río Avia, pero lo cierto es que este municipio es célebre por algo muy diferente, su tradición vinícola y su festa da Istoria, una recreación medieval que llena cada rincón de puestos artesanales, justas y música cada agosto. Para los amantes del vino visitar una bodega de la denominación de origen Ribeiro es un plan imprescindible. ¿Quién se apunta? 

El recorrido por El desorden que dejas tampoco estaría completo sin detenerse en Allariz, otro de los pueblos que inspiraron a Montero y uno de los más bonitos de la provincia. Incluso, si me apuras, podríamos decir que de Galicia. Conocido por haber sido galardonado con el Premio Europeo de Urbanismo, Allariz es un ejemplo de cómo un casco histórico puede rehabilitarse con gusto. Pasear por su centro urbano es una delicia, con la iglesia románica de Santiago, el puente medieval sobre el río Arnoia y un ambiente que mezcla tradición con un aire bohemio de tiendas de artesanía y moda. Además, su Festival Internacional de Jardines es una curiosidad que sorprende a cualquiera que lo visite en verano.

Otro de las localizaciones que no podemos obviar son las termas romanas de Bande, un enclave espectacular junto al campamento Aquis Querquennis. Lo llamativo es que, aunque las vemos en pantalla en todo su esplendor, en la vida real muchas veces están cubiertas por las aguas del embalse de As Conchas. Solo en época de sequía o cuando el nivel baja es posible contemplarlas tal y como aparecen en la serie.

Allariz. Fuente: Canva

Uno de los grandes aciertos de la cinta fue el reparto. Cuerda contó con Fernando Fernán Gómez como Don Gregorio, un maestro republicano que representaba el poder de la educación como herramienta de libertad, y el pequeño Manuel Lozano en el papel de Moncho, cuya inocencia se convierte en el centro emocional de la historia. Su química en pantalla es tan natural que cuesta no emocionarse en cada escena compartida. De hecho, la interpretación de Lozano fue tan aplaudida que pasó a formar parte del imaginario cinematográfico de finales de los noventa. Y eso que era un niño de 12 años que nunca había actuado

El rodaje se alargó durante siete semanas en localizaciones de Ourense y A Coruña, con especial protagonismo de Allariz, Celanova y Santiago de Compostela. José Luís Cuerda buscaba pueblos que todavía conservaran ese aire de los años treinta, sin apenas alteraciones modernas. El esfuerzo fue enorme, desde eliminar señales de tráfico y antenas de televisión hasta recrear un aula escolar con muebles y materiales originales de la época. El resultado fue tan convincente que muchos críticos destacaron la fidelidad histórica y visual de la película.

Una de las anécdotas más comentadas fue la implicación de los vecinos de Allariz y Celanova, muchos de los cuales participaron como extras, aportando vestuario, herramientas antiguas e incluso sus casas para rodar determinadas escenas. Esa colaboración convirtió la película en algo más que un rodaje, fue casi un homenaje colectivo a una generación marcada por la guerra. El impacto cultural fue enorme. Recibió varios premios, entre ellos el Goya al Mejor Guion Adaptado para Rafael Azcona, Cuerda y Manuel Rivas. 

Para el viajero cinematográfico, recorrer sus escenarios es casi como volver a entrar en el universo de Moncho y Don Gregorio. Allariz, con su casco histórico medieval declarado Conjunto Histórico-Artístico, sorprende con rincones como la Plaza Mayor, la iglesia de Santiago, el paseo fluvial junto al río Arnoia o el “castillo” desde donde tendrás las mejores vistas de toda la villa. Y si el estómago te reclama, lo mejor es hacer una parada en O Pepiño. Un restaurante de los de toda la vida con comida casera, en el que podrás pedir carne, ¡riquísima!, y pulpo o zamburiñas, entre otras muchas opciones más. Eso sí, si eres amante de las empanadas tienes que acercarte a la panadería Curras o al forno de Tomás y hacerte con una de carne o de atún, ¡es imposible elegir! 

El internado: Las Cumbres (2021) 

Si a finales de los 2000 todos soñaban con perderse en los pasillos del Laguna Negra, El Internado: Las Cumbres ha sabido coger el relevo con un aire mucho más inquietante. Estrenada en 2021 en Amazon Prime Video, esta nueva versión se desmarca de la original para presentarnos una historia cargada de misterio y oscuridad, ambientada en un internado situado junto a un monasterio aislado, rodeado de bosques y montañas. Jóvenes rebeldes, profesores con secretos, rituales extraños y persecuciones entre árboles hacen de esta serie un festín para quienes disfrutan del suspense con tintes góticos.

El equipo del localizador Gorka Askasibar se peinó todo Euskadi y parte de Navarra. Con el centro neurálgico de la producción de THE MEDIAPRO STUDIO y Atresmedia en Donostia/San Sebastián, debían encontrar un monasterio con un claustro y un bosque alrededor, ¡casi nada! Aunque es cierto que no tardaron en dar con la clave, el Monasterio de Santa María de Iratxe, en las proximidades de la localidad de Estella. Fundado en el siglo XI, fue monasterio benedictino, hospital de peregrinos en el Camino de Santiago e incluso universidad. Su enorme fachada barroca, el claustro y el invernadero transmiten una sensación de solemnidad que encaja a la perfección con la atmósfera de Las Cumbres. Pasear hoy por sus patios es como adentrarse directamente en la serie, casi puedes imaginar a los personajes cruzando sus arcos de piedra en busca de respuestas. 

Eso sí, la magia de la televisión tenía que hacer de las suyas, y lo hizo. Sí se rodó en el Monasterio de Iratxe, pero no todo. Muchos escenarios de interior fueron construidos en un plató de 1.300 metros cuadrados situado en la localidad guipuzcoana de Oiartzun. Además, y como curiosidad y anécdota, Iratxe tiene iglesia, y la necesitaban para la grabación, pero tuvieron que localizar otra, la iglesia de San Esteban en Oiartzun, porque la del monasterio estaba en obras. Imprevistos del directo.

Nocedero del Urederra. Fuente: Canva

Pero el rodaje no se limitó única y exclusivamente a estos dos lugares. El equipo también aprovechó los paisajes del Parque Natural de Urbasa-Andía, un enclave natural de los que dejan huella. Bosques espesos, hayedos infinitos y cascadas cristalinas hacen que cada plano grabado allí desprenda un aura de misterio. Es uno de esos lugares donde la niebla añade más magia que frío, y donde cualquier sendero puede convertirse en una escena de suspense. Si visitas la zona, no te pierdas el Nacedero del Urederra, uno de los rincones más espectaculares de Navarra, con aguas turquesa que parecen irreales. Eso sí, previamente haz tu reserva, pues regulan la entrada de visitantes para evitar el deterioro de este espacio protegido.

La serie también se trasladó hasta Hondarribia, en Gipuzkoa, donde su puerto pesquero y las coloridas casas del barrio de La Marina ofrecen un contrapunto pintoresco al aire lúgubre del internado. Pasear por esta villa es como entrar en un decorado cinematográfico permanente: el casco histórico amurallado, sus balcones de madera llenos de flores y la Plaza de Armas transmiten una belleza que nos conquista a todos. Además, no hay viaje completo sin hacer una ruta de pintxos porque si algo tiene Hondarribia es una de las mejores ofertas gastronómicas del País Vasco. Anota el restaurante Gran Sol, es el mejor para probar la cocina en miniatura.

Hondarribia. Fuente: Canva

Otro escenario clave fue el Parque Natural de Peñas de Aia, un paraje abrupto en la frontera con Francia, con montañas graníticas que se elevan de forma imponente. Sus bosques y ríos dan el ambiente perfecto para escenas de persecuciones y huidas, reforzando ese tono oscuro de la serie. Para los viajeros, es un destino para hacer rutas de senderismo en familia o con amigos, con panorámicas que se extienden desde la costa vasca hasta el Pirineo. Y si vas con niños organiza una visita a las Minas de Arditurri, seguro que ponerse un casco y andar a oscuras con una linterna es el plan soñado para ellos. Que, además, sirvieron para la grabación, pues el internado tenía unas catacumbas y unos sótanos donde ocurrían cosas. 

En resumen, recorrer los escenarios de El Internado: Las Cumbres es mucho más que un homenaje a la serie. Es una oportunidad para descubrir Euskadi y Navarra con la mirada puesta en monasterios legendarios, pueblos con sabor marinero y paisajes naturales de esos que te hacen olvidar el móvil en el bolsillo. Un propósito estupendo para quienes quieren vivir la magia del cine más allá de la pantalla.

Merlí (2015)

Cuando TV3 estrenó Merlí en 2015 pocos imaginaban que un profesor de filosofía iba a convertirse en fenómeno televisivo y, además, en una especie de guía turística improvisada de Barcelona. Porque sí, Merlí no solo enseñaba a los adolescentes a través de Aristóteles, Platón o Nietzsche, también mostraba la ciudad desde otra mirada, desde los lugares cotidianos que se transformaban en escenarios de confesiones, debates, amores y desencuentros.

Barcelona. Fuenta: Canva

El instituto ficticio Àngel Guimerà, centro neurálgico de la trama, era en realidad la escuela Menéndez Pidal, en el barrio de Sant Genís dels Agudells (distrito de Horta-Guinardó). Allí se rodaron muchas de las escenas de pasillos, patios y aulas donde Pol, Bruno, Tània o Ivan aprendían, a veces a regañadientes, filosofía y vida. El edificio fue derribado en 2020 para construir una residencia de estudiantes, pero para los fans sigue siendo un lugar de peregrinaje. Basta caminar por el barrio para reconocer la calle Natzaret y los alrededores que tantas veces aparecieron en pantalla.

Otro de los escenarios más recordados es el bar Jockey en la calle París 205. Allí arranca la serie, con una de esas escenas marca de la casa: Merlí, interpretado por Francesc Orella, entra en el bar y un perro le lame las botas. Esa mezcla de humor, ironía y descaro era toda una declaración de intenciones. A escasos metros estaba el piso del profesor, un lugar de paso constante para los alumnos y que, para muchos, simbolizaba el refugio del grupo.

Los que recorran Barcelona con la serie en mente pueden hacer una ruta casi cinematográfica. ¡Seguimos! En la calle Roger de Llúria 42, por ejemplo, se encuentra el Snooker Billares, donde Pol, Tània y Mònica hablaban de sus líos amorosos. En el Cosmocaixa, el museo de la ciencia en la avenida Tibidabo, Merlí tenía una cita con Gina, uno de sus grandes amores. Y hablando del Tibidabo, allí, en lo alto de la montaña, con las mejores vistas de Barcelona, fue donde padre e hijo, Merlí y Bruno, protagonizaron una de las escenas más emotivas de la trama.

En la trama también hay lugar para la cultura y la vida nocturna. El Teatre Tívoli, en la calle Casp, aparece en algunos capítulos, recordándonos que esta ficción supo mezclar escenarios cotidianos con iconos culturales de la ciudad. Y para los que disfrutan del modernismo, la ruta se puede ampliar hasta el Hospital de Sant Pau o el Recinte Modernista de la Universitat de Barcelona, lugares que aunque no fueron protagonistas en Merlí (aparecen en la secuela “Merlí: Sapere Aude”), conectan muy bien con la idea de ciudad que la serie transmitía. 

Viajar por los escenarios de Merlí es casi como hacer turismo filosófico: uno se acerca a un bar de barrio o a una plaza cualquiera y recuerda una escena de la serie, y de pronto la vida cotidiana se llena de reflexiones sobre la amistad, la libertad o la rebeldía. Es un turismo diferente, más emocional, porque conecta con esos capítulos que muchos veían en familia o con amigos y que dejaron huella.

En definitiva, Merlí convirtió a Barcelona en un aula a cielo abierto, y recorrer sus localizaciones es la excusa perfecta para descubrir la ciudad con otros ojos, los del profesor más irreverente y carismático que ha tenido la televisión.